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Lunes, 6 de Oct de 2008. 8:07 am
32 años después
Los sucesos de Barbados cobran renovada actualidad y redescubren la complicidad entre sus perpetradores y la Casa Blanca. Pero en América Latina, sus habitantes renuevan, un día como hoy, el compromiso de seguir la lucha contra el terrorismo y, en tanto, denunciar la complicidad de Washington con aquel crimen
La pericia de los pilotos fue insuficiente aquel 6 de octubre de 1976. La aeronave, herida de muerte, cayó frente a una playa de Barbados y se hundió en las aguas con sus 73 ocupantes a bordo. Quienes vieron desde la costa al avión de Cubana desplomarse, no imaginaron ser espectadores directos de un acto de terrorismo, mucho menos contra Cuba, el primero de esa magnitud en el que se usaba un avión comercial, aunque la isla ya era blanco de esos ataques.
Foto del memorial a las víctimas del vuelo de Cubana de Aviación (Foto: Bill Weaver)
Ocurrió un cuarto de siglo antes del 11 de septiembre del 2001, cuando utilizar aviones comerciales cual bombas volantes contra territorio norteamericano, fue interpretado como un cambio de la historia. Pero el recuerdo del crimen de Barbados, cada 6 de octubre, renueva el dolor de los familiares de las víctimas. Los muertos fueron en su mayoría cubanos y muy jóvenes, además de guyaneses y norcoreanos, que para los terroristas resultaban blanco perfecto.
Se sabe por testimonios que los integrantes del equipo juvenil de esgrima cubano, que regresaba de ganar todas las medallas en disputa en un torneo centroamericano y caribeño, lo hacían cantando, haciendo chistes. Pero sus muertes abruptas e injustas provocaron la hilaridad macabra del terrorista Luis Posada Carriles y su socio en el crimen Orlando Bosch.
Desde entonces, Cuba demanda que se haga justicia en nombre de tantas víctimas inocentes, y se ponga fin al terrorismo de más de cuarenta años contra la isla y sus habitantes. En los años sucesivos hubo varios tímidos intentos por esclarecer los sucesos de Barbados y poner a disposición de la justicia a los responsables, pero, en todas las ocasiones, alguna jugada de última hora terminó privilegiando la impunidad.
Mientras era procesado en Venezuela por el crimen, Posada Carriles escapó de la prisión con ayuda de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA). Orlando Bosch, después de cumplir una condena insuficiente, viajó directo a Estados Unidos, donde recibió perdón y residencia de manos del presidente George Bush, padre del actual mandatario estadounidense.
Hoy, ambos "terroristas buenos", con una historia sórdida de atentados, explosiones y muertes, cuentan con la protección del mismo país que inició dos guerras contra el "terror", después que otros "terroristas malos" usaran aviones comerciales como mísiles contra el World Trade Center y el Pentágono. Cómo se puede explicar tal contradicción, se preguntan con las personas de bien del mundo entero. Cómo se puede estar a la vez en contra y a favor del terrorismo, comentan por lo bajo quienes se abstienen de expresare públicamente.
Para entender el comportamiento oficial estadounidense en el tema, es necesario remitirse a documentos desclasificados que ilustran el apoyo y financiamiento de la Casa Blanca a la guerra sucia contra Cuba, mientras presume de paladín del antiterrorismo. Archivos sacados a la luz pública recientemente revelan que Posada Carriles y Bosch tienen una larga relación de complicidad con las principales agencias de espionaje de Estados Unidos y el Pentágono.
En los días de Barbados, contaban con el extraño estatus de agentes CIA, colaboradores del Departamento de Defensa y compinches del Departamento de Estado, mientras tenían expedientes criminales abiertos por el FBI.
No existen pruebas conclusivas de que esas agencias oficiales norteamericanas participaran en la voladura del CU-455 de Cubana, pero si está documentado que sabían del asunto. Temerosos de que toda la verdad se imponga, en las altas esferas del ejecutivo norteamericano hay interesados en que los pormenores de esta historia y otras de gran trascendencia continental como el siniestro Plan Cóndor, queden silenciados.
Ello explica el reciente veredicto de un juez que, a nombre del Departamento de Seguridad Interna, desestimó la extradición de Posada Carriles a Venezuela, bajo el pretexto de que en ese país estaría expuesto a torturas. Posada Carriles, con nacionalidad venezolana, es prófugo de la justicia de ese país latinoamericano, donde llegó a ser comisario de la policía política y él mismo un torturador.
Las audiencias migratorias realizadas en El Paso, Texas, resultaron una farsa para acomodar una decisión, tomada de antemano, desde arriba, según especialistas legales estadounidenses e internacionales. Los sucesos de Barbados cobran renovada actualidad y redescubren la complicidad entre sus perpetradores y la Casa Blanca. Pero en América Latina, sus habitantes renuevan, un día como hoy, el compromiso de seguir la lucha contra el terrorismo y, en tanto, denunciar la complicidad de Washington con aquel crimen.
Heison Moreno
lunes, 6 de octubre de 2008
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