martes, 11 de enero de 2011

DE TUCSON AL PASO POR UN MISMO CARRIL: EL TERRORISMO

10 Enero 2011
CubaDebate

En vísperas del juicio contra Luis Posada Carriles en El Paso, Texas el lunes, un terrorista en Tucson, Arizona, le disparó en la cabeza a la Congresista Gabrielle Giffords. Ella está entre la vida y la muerte. El asesino, Jared Loughlin, disparó con un arma automática. Cuando redacto estas líneas, se registran 6 muertos -entre ellos una niña que nació el 11 de Septiembre de 2001- y 13 heridos.



Tucson está a 319 millas de El Paso. Es un viaje de cuatro horas y media en automóvil, una línea que se tensa dramáticamente en puntos comunes: el odio y el terrorismo, solo que ahora Tucson está de luto, mientras que en El Paso un criminal tiene total confianza en las leyes de EEUU: no han sido hechas para él. La fiscalía estadounidense lo protege, procesándolo como un simple mentiroso, haciendo caso omiso al recuerdo de las decenas de personas que ha asesinado.

El terrorismo es un cáncer social que nos amenaza a todos por igual. Nos debería doler las 2 752 personas asesinadas en las Torres Gemelas tanto como la memoria de los 3 478 cubanos muertos por acciones terroristas organizadas desde Miami durante las últimas cinco décadas contra la Isla. Sin embargo, para Estados Unidos hay víctimas de primera y de segunda categoría, como hay terroristas buenos y malos.

Pero en cualquier lugar, sea donde sea, los que cultivan el odio, cosechan el terrorismo. Cuando le preguntaron al padre de la Congresista Giffords si su hija de 40 años tenía enemigos, Spencer Giffords dijo: “sí, todo el Tea Party”. En el verano pasado, el contrincante de Gabrielle Giffords, un ex marine llamado Jesse Kelly que se postuló para el escaño de parte del Tea Party, convocó a un mitin proselitista para su campaña, con el siguiente mensaje: “Demos en el blanco para la victoria en noviembre. Ayude a sacar a Gabrielle Giffords del cargo. Dispare el cargador completo de una M16 automática con Jesse Kelly”.

La congresista era una de 20 demócratas elegidas en el 2008 que votaron por la reforma de salud y fueron entonces identificados para ser derrotados por Sarah Palin, en una campaña denominada “takebackthe20″, que incluía un mapa de cada distrito de la legislatura que había sido seleccionado como un blanco de ataque por el Tea Party. Estos estaban marcados como un tiro al blanco para la mirilla de un fusil.

Lo de menos es si Jared Loughlin -el sospechoso de asesinato en Arizona- trabajaba para el Tea Party o si Sarah Palin lo reclutó para tratar de asesinar a la Congresista Giffords. Lo esencial es que tanto el Tea Party como Sarah Palin con alevosía cultivaron un odio feroz contra los congresistas que apoyaron la reforma de salud impulsada por el Presidente Obama, y que floreció en la mente perversa de Loughlin hasta convertirlo en un asesino.

Durante más de 50 ese mismo resorte del odio ha sido utilizado contra Cuba por Estados Unidos, país que ha alentado, entrenado y protegido a los terroristas que mantuvieron a la Isla como blanco de agresión permanente. El hijo pródigo de esta hostilidad ha sido y es Luis Posada Carriles. Documentos desclasificados muestran que la CIA le enseñó a utilizar explosivos. Lo entrenó a torturar y a matar. De acuerdo con su propio abogado, todo lo que ha hecho Posada Carriles en América Latina ha sido “a nombre de Washington”.

Posada es el autor intelectual de uno de los crímenes más horrendos en la historia del terrorismo internacional. El 6 de octubre de 1976, hizo explotar dos bombas con explosivo C-4 -en ese momento solo en poder de la CIA-, que derribaron un avión en pleno vuelo frente a las costas de Barbados. No hubo sobrevivientes entre sus 73 pasajeros.

Igual que Jared Loughlin el sábado en Tucson, Posada asesinó a una niñita de 9 años. Sabrina Paul iba con su familia a bordo del avión. La explosión le destruyó a Sabrina el pecho y la cabeza. Las pruebas de los responsables materiales e intelectuales son abrumadoras y gracias a ella, Venezuela arrestó inmediatamente a Posada Carriles y presentó cargos de homicidio calificado contra él. Sin embargo, Posada se fugó en 1985 con la ayuda de sus amigos estadounidenses. Apareció pocos días después con trabajo, casa y comida. La CIA le encontró empleo en El Salvador como uno de los dirigentes principales de su Operación Iran-Contra. Su función era facilitar el traslado de armas ilegalmente a los Contras en Nicaragua. Luego, en 1997, dirigió la campaña con bombas contra instalaciones turísticas en La Habana que costó la vida al joven Fabio di Celmo. Contrató a mercenarios que están presos en la Isla y han identificado a Posada Carriles como el hombre que pagó el “servicio”.

Washington lo siguió amparando durante su jornada sangrienta en Centroamérica. Fue condenado en Panamá en el 2000 por haber tratado de volar un auditorio lleno de estudiantes en la universidad durante un discurso del Presidente Fidel Castro, pero sus amigos sobornaron a la entonces presidente de Panamá, Mireya Moscoso, y en el 2004 ésta lo indultó, ilegalmente de acuerdo a la Corte Suprema de Panamá.

Posada llegó a Miami en marzo de 2005. Venezuela inmediatamente pidió su extradición para que Washington lo retorne a Caracas y rinda allí cuentas por las 73 personas que asesinó en el avión cubano de pasajeros. En vez de darle curso a la solicitud de extradición, la Administración Bush presentó cargos contra él por mentiroso. Son esos cargos los que los fiscales de Obama ventilan hoy en El Paso.

Los Estados Unidos insisten en solo acusar a Posada Carriles de haberle mentido a oficiales de inmigración. No han presentado cargos de asesinato o de terrorismo contra él, y no han comenzado el proceso de extradición a Caracas. Lo protegen. ¿Por qué será?

Sucesivos gobernantes de los Estados Unidos, más ciertos legisladores, han cultivado por más de cincuenta años un odio visceral hacia la Revolución cubana. Un odio que se ha convertido en apoyo espiritual y material para el terrorismo. Tanto es así que el Senador Marco Rubio y los congresistas David Rivera e Ileana Ros-Lehtinen figuran entre los donantes del fondo legal para pagar la defensa de Luis Posada Carriles en El Paso.

Pero el terrorismo no se combate a la carte. Unos inconvenientes sí; otros convenientes, no. El viernes pasado, refiriéndose a los presos que tienen en Guantánamo, el Presidente Obama declaró que “procesar a los terroristas en los tribunales federales es una herramienta poderosa en nuestros esfuerzos para proteger a la nación y debiese estar entre las opciones que tenemos a nuestra disposición”. Entonces, ¿por qué no usa esa herramienta para procesar por terrorismo a Luis Posada Carriles?

Posada sabe muy bien que si lo condenan en El Paso solo por mentiroso, no va preso. Ya la jueza se lo dijo anteriormente. Le acreditan el año y medio que ha estado tras las rejas cuando se dirimía su estatus migratorio, y lo dejan libre. Él está tranquilo, sin remordimiento alguno por sus crímenes. De hecho le dijo al New York Times en 1998, “ese italiano (Fabio di Celmo) estaba sentado en el lugar equivocado en el momento equivocado . . . yo duermo como un bebé”. ¿Qué pasaría si a Loughlin se le ocurriera decir algo similar en Tucson? ¿Habría impunidad?

José Pertierra es abogado. Su bufete está en Washington. Representa al gobierno venezolano en el caso de la solicitud de extradición de Luis Posada Carriles.


Arizona: el M16 abrió fuego

11-01-2011
Página 12

Atilio Borón

El criminal atentado contra la congresista demócrata Gabrielle Giffords y el puñado de gentes que la rodeaba –que hasta ahora se ha cobrado la vida de seis personas, incluyendo la de un juez federal, John M. Roll– pone de manifiesto los alcances del proceso de fascistización en curso en la sociedad estadounidense. Por supuesto, la explicación políticamente correcta que tanto la Casa Blanca como los medios se encargan de difundir rechaza esta interpretación. Lo sucedido es la obra de un “chiflado”, uno más de un venenoso linaje que ya mató a John F. y Robert Kennedy, Martin Luther King y Malcom X, para no citar sino a personalidades altamente significativas de la escena pública estadounidense.

No existe la menor intención de vincular lo ocurrido en Tucson con las tendencias profundas de la sociedad estadounidense que periódicamente afloran cada vez con más virulencia e impacto masivo (McCarthy, Reagan, Bush Jr., ahora el Tea Party) y se cobran nuevas víctimas. Lo mismo ocurrió con los casos anteriores: para prueba ahí está el siniestro Informe Warren –así llamado por el nombre del presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos que presidió la comisión investigadora del asesinato de John F. Kennedy– en donde se sostiene que una sola persona, Lee Harvey Oswald, fue el responsable del magnicidio y que no hubo conspiración para perpetrarlo. No es un dato anecdótico recordar que uno de los integrantes de esa comisión era el ex director de la CIA Alan Dulles. Se encargó al zorro el cuidado del gallinero.

Gabrielle Giffords, que aún lucha desesperadamente por su vida, representa una corriente progresista dentro de los demócratas, algo sumamente peligroso en un estado como Arizona cuya gobernadora, la racista republicana Jan Brewer, promulgó en mayo de 2010 una ley que autoriza a la policía a detener y exigir documentos personales que acrediten su legal condición de residencia a cualquier persona de sospechosa apariencia, léase “latinos”. Giffords se opuso valientemente a esa iniciativa y no sólo eso: en el Congreso apoyó la Ley de Reforma del Sistema de Salud y se manifestó a favor de la reforma migratoria, la investigación con células madres y las energías alternativas. Es decir, se constituyó en un blanco perfecto para la creciente legión de fascistas estadounidenses.

Por eso su contrincante en las recientes elecciones parlamentarias, Jesse Kelly, un ex sargento de los marines que mordió el polvo de la derrota en Irak, aparecía en un afiche de campaña empuñando un rifle de asalto M16 e invitando a los electores a vaciar su cargador sobre Giffords (foto). Candidato de la horda de freaks del Tea Party, el nombre de su contendiente había aparecido –como lo recuerda Fidel en su “Reflexión” (ver aparte)– en un anuncio patrocinado por Sarah Palin como una de las bancas a conquistar para el movimiento en las elecciones de noviembre pasado. Su distrito, como otros diecinueve, estaba marcado por una mirilla de fusil. Esa descarada apología de la violencia no perturbó el rodaje de las tan alabadas instituciones de la república imperial. El trágico desenlace de tanta violencia era apenas cuestión de tiempo. En una repugnante muestra de hipocresía, el sitio web de Kelly subió el día de hoy un anuncio diciendo que el autor intelectual del crimen elevaba sus rezos por la recuperación de la congresista y las víctimas fatales del incidente. Otro tanto hizo el presidente Obama, incapaz de arbitrar algunas medidas más terrenales para poner fin a la crisis que está destruyendo su país. Con sus rezos no irá demasiado lejos en su empeño.

Hay algunas claves que será preciso explorar para comprender lo ocurrido. En primer lugar lo más elemental: un país embarcado en una desorbitada militarización internacional requiere el cultivo de actitudes patrioteras, fanáticas y violentas para sostener ideológicamente desde adentro sus planes de conquista militar. El problema es que luego es imposible evitar que esas cualidades se trasladen al espacio doméstico, lo que imposibilita establecer un ámbito de debate sereno y racional en la política nacional. Esto lo advirtió Tocqueville hace más de un siglo y medio, y es más cierto hoy que ayer. No es casual que Kelly haya propuesto vaciar el cargador de su M16 sobre Giffords. Alguien tomó nota de ese mensaje y lo hizo.

Segundo: el papel de los medios en Estados Unidos –y en especial de la cadena Fox– que, salvo contadas excepciones, permanentemente alimentan el racismo, el fanatismo, la intolerancia y la violencia ante la indiferencia de las instituciones, que deberían regular el ejercicio de la libertad de prensa y que no lo hacen so pretexto de defender la sacrosanta propiedad privada y la libertad de expresión, aunque ésta se utilice para incitar al magnicidio.

Tercero, la crisis económica que, como es sabido, estimula toda clase de conductas antisociales tendientes a criminalizar e incluso satanizar al otro, al diferente. Un país en donde los pobres se empobrecen cada día más y los sectores medios bajos sienten que se hunden en la pobreza, mientras contemplan que una minoría se enriquece escandalosamente, crea un caldo de cultivo inigualable para la aparición de comportamientos y actitudes aberrantes que, rápidamente, se juzgarán como normales. Por ejemplo, vaciar simbólicamente un cargador de un M16 en un adversario político. Las consecuencias están a la vista.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/subnotas/160182-51360-2011-01-10.html

rCR

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