domingo, 6 de junio de 2010

¡SIN ESTADO NO HAY SOCIALISMO!

6.6.10








Las corrientes anarcoides dentro de la revolución coinciden con los capitalistas en la negación del Estado. Los primeros, por una visión pequeño burguesa de la Revolución. Los otros, por una necesidad de violar todo control.

Para los capitalistas el Estado debe proteger sus intereses y dejar libres sus manos para las tropelías necesarias a la acumulación del capital, razón central de su existencia. Lo requieren represivo contra los expoliados, y permisivo con el capital.

El caso de los anarcoides pequeños burgueses es distinto. Esa ideología, que es la de una clase que oscila entre los desposeídos y los poseedores, es estridente en la retórica contra el capitalismo, pero mojigata en la construcción del Socialismo. Se avergüenza de saberse incapaz del salto revolucionario, y esconde su ineptitud con proposiciones que aparentan radicalismo, cuando en realidad son medidas capitalistas en estuche de revolucionarismo destemplado.

En esta Revolución actúan los dos bandos antiEstado:

Los capitalistas quieren retomar la conducción del Estado para ponerlo a su servicio, reducirlo a su función policial, privatizarlo todo, desatender la función social.

Los anarcoides pequeños burgueses, so pretexto de destruir el Estado burgués, impulsan la fragmentación de la sociedad en partículas aisladas que sólo se importan por su entorno. Egoístas, impiden la integración, empañan la visión de sociedad, obstaculizan así la construcción del Estado Revolucionario, en definitiva, favorecen al capitalismo.

Al sabotear la consolidación del verdadero Estado Socialista, dejan a la Revolución inerme frente a los Estados oligarcas internacionales, frente a la oposición interna. Además, y muy importante, dejan a la sociedad sin conducción integradora. Contribuyen así a una gran debilidad de la Revolución que conduce a su defenestración.

El Socialismo es en esencia la integración de la sociedad, y esa nueva totalidad, esa integración de la Nueva Sociedad, no es posible sin un Estado Nacional que la administre, que la coordine, la planifique, la defienda.

Las dos tendencias antiEstado son contrarrevolucionarias, pero la anarcoide es muchísimo más peligrosa: se mimetiza, confunde, engaña, es más difícil de identificar y por tanto de combatir.

El combate a este taimado enemigo anarcoide hace necesario la elevación del nivel de formación teórica de la dirigencia y de la masa, la construcción de una poderosa Conciencia del Deber Social, del sentido de sociedad. Es necesario que abordemos los problemas desde la visión de la sociedad, que nos organicemos formando tejidos sociales que vayan desde lo capilar hasta lo nacional, y no en fragmentos disociantes.

Los obreros, antes de todo, deben rescatar su sentido de clase rectora de la sociedad, luchar por encima de todo por la liberación de la sociedad, que es la única manera de liberar a la clase obrera.

Sólo de esta manera podremos derrotar las posiciones que desde el interior de la Revolución únicamente buscan el beneficio individual, grupal, o de segmentos de la sociedad, quitándole así el contenido social a la batalla, y necesariamente se enfrentan al Estado Revolucionario, se apartan del proceso socialista, lesionan el liderazgo de Chávez.

¡Sin Chávez no hay Socialismo!

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